Agrupa las disciplinas marciales comúnmente asociadas a la cultura taoísta, tales como tai-chi-chuan (popularmente conocido como “taichi”), baguazang, bajiquan, xingxiquan, chin-na, etc.

Unos de los aspectos característcos del pai-hu es el respeto por el carácter tradicional y la fidelidad a los valores que acompañaron desde el principio de su creación a las artes marciales internas.
Nuestra escuela descarta las modernizaciones que han mutilado algunas artes marciales con el fin de volverlas más accesibles a las masas.
Pero tradición no significa haberse quedado atrás en las formas didácticas. La docencia es un delicado arte que requiere un alto sentido de la responsabilidad, además de conocimiento, vocación y, claro está, un gran talento para comunicarse con el alumno, detectar sus necesidades y evaluar sus progresos.
Podemos afirmar que el pai-hu es un estilo de enseñanza que desarrolla una actitud, tanto para el combate en sí, como para la vida diaria. Esta actitud es la que encarrila nuestra capacidad física y técnica. Se busca que cada individuo utilice sabiamente las estructuras del aprendizaje, pero sin encadenarse a ellas. Entonces sale a luz un arte vivo y dinámico, sereno o rápido, suave o fuerte, según haga falta. Un arte marcial que se adapta a las circunstancias en vez de intentar doblegarlas.
Esta armonía se va profundizando, llega a nuestra mente y a nuestro espíritu.
Nuestra salud física y psíquica se fortalecen notablemente.
Con la práctica viene la evolución, convirtiéndose en algo más que un estricto arte guerrero. Un día cualquiera descubrimos que hemos conseguido hacernos con una poderosa herramienta con la que enfrentarnos al mundo y sus vicisitudes.
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