Escuela Tigre Blanco (Pai-Hu) de las artes marciales internas de Wudang




La Escuela Internacional Pai-Hu de artes marciales chinas internas, quiere daros la bienvenida a su blog oficial.
Os invitamos a conocer el apasionante mundo de las artes marciales internas o neijia.
Desde aquí os daremos a conocer los orígenes, principios técnicos, base filosófica y actividades de nuestra escuela.
Por otro lado, deseábamos generar la posibilidad de estrechar vínculos con diferentes escuelas o artistas marciales,
ya que, como aprendimos de nuestros maestros, sólo crecemos cuando nos relacionamos.
De modo que, tanto si sois unos apasionados practicantes, como si simplemente queréis
ampliar vuestros conocimientos
(o incrementar los nuestros) considerad esta, vuestra casa.

martes, 17 de marzo de 2015

Crónica Seminario “las 37 aplicaciones fundamentales de Yang Cheng Fu” a cargo del maestro Sam Masich



Desde el viernes 13 al domingo 15 de marzo tuvo lugar en Madrid, concretamente en la Escuela Superior Wudao, el seminario o curso intensivo al que nos referimos en el título de esta crónica.

Acudimos un verdadero tropel de entusiastas, practicantes y docentes de gran parte de España, así como de Inglaterra, Escocia e Italia.

Tal fue el interés despertado tanto por la temática en sí, como por la ya emblemática figura de Sam Masich.

No son muchos los nombres que se me vienen a la mente cuando relaciono conceptos como: occidente, Tai Chi Chuan y profundidad de trabajo.

El de Sam Masich está entre ellos.

Y lo está, a mi entender, por varias razones.

Personalmente poco me importa que el estilo de Sam no sea mi estilo.

Al igual que otros “buques insignia” del Tai Chi Chuan, su trabajo trasciende la esfera de su escuela.

Estoy convencido de que si uno dedica muchos años de esfuerzo en la dirección correcta (un esfuerzo mal dirigido difícilmente dará un buen resultado), independientemente de qué arte o a qué linaje pertenezcas, por un simple proceso de evolución interior, uno consigue acercarse a lo que podríamos llamar una “fuente” de conocimiento de la cual beben todas las artes.

En ese momento el practicante se “universaliza” y mientras, sí, lógicamente, un estilo se honra con ese trabajo en concreto, todo el arte se ve fortalecido.

A nivel individual esto produce una expansión en cuanto a la capacidad de visión y una concentración en los aspectos concretos, se va cada vez más a las raíces... en lugar de perderse por las ramas.

Creo firmemente que quien no sea capaz de enseñar o aprender más allá de su estilo, aún continúa atado a una pesada cadena, que es la de sentir que en el fondo posee el monopolio de lo correcto.

Esto se vé en las personas que están constantemente intentando encontrar puntos de diferenciación en lugar de conexión con otras artes y estilos.

“El acero es el acero, independientemente de la forma” dijo Bruce Lee.


Recién llegados del viaje desde Galicia, nos dirigimos rápidamente al centro donde se impartiría el seminario. Yo me encontraba muy emocionado por conocer a una personalidad tan relevante en el mundo de las artes marciales internas como Sam y ciertamente, no me decepcionó.

Como otros grandes que he tenido la suerte de conocer en esta generosa y bella madre adoptiva que es España, Sam Masich es lo que todo docente aspira a ser, o debería aspirar a ser...o al menos al que suscribe, le gustaría ser, jeje.

Y no me refiero a su indiscutible trayectoria, sino a puntos claves que, una y otra vez se pueden encontrar en un instructor, profesor o maestro de categoría.

Para quienes no lo conozcan y como yo en su momento, sólo hubiesen tenido la oportunidad de admirarlo en la lejanía del “youtube”, os digo que este hombre es un ejemplo de jovialidad y disponibilidad.

Tampoco abusa de la parafernalia idiomática china, de modo que uno no necesita una curso rápido de cosmogonía taoísta/budista para comprender qué resultados podemos obtener de la técnica.

Su relación con el alumnado fue desde un principio totalmente horizontal, es decir, no había ningún halo de misterio, ningún campo de fuerza que te impidiera acercarte, tocarlo, hablarle, coserlo a preguntas (como un servidor) o compartir anécdotas y chistes luego de la clase.

No había ningún peldaño que trepar, ni ninguna pleitesía que rendir, ni ningún séquito que te interceptara el paso.

Simplemente era Sam, con una sonrisa tan generosa como sus explicaciones, un compañero que amablemente te señalaba el camino y ponía todo de sí para conseguirlo.

Habitualmente comparo a un buen docente con un master chef instruyendo a otros chefs.

Él traerá los mejores ingredientes y las mejores herramientas para cumplir sus objetivos.
En ello hay sin duda amor por su arte y respeto por quienes lo reciben.

Se preocupará de que tú consigas reproducir sus resultados, según tus talentos y posibilidades.

Su prioridad no es demostrar que tan bueno es (aunque será bastante evidente), sino que tú comprendas y para ello se pone junto a ti, codo a codo, atento y preocupado.

Todos estos aspectos son para mí muy importantes, ya que yo intento ser mejor docente con tanto ímpetu o más que con el que quiero ser mejor artista marcial.

Al principio de la clase, Sam nos ofreció la posibilidad de estudiar la totalidad de las aplicaciones, pero deteniéndonos de forma somera en cada una o de profundizar razonablemente cada una y ver hasta dónde llegábamos, con la opción de culminar el estudio en el verano, en otro seminario.

Entre todos optamos por la segunda opción y yo personalmente no me arrepiento.

Una antigua frase dice “el contento en lo poco abre las puertas de lo mucho” .
Siempre es mejor, según mi forma de funcionar, asentar bien 15 técnicas, que saborear superficialmente 50.

Posteriormente Sam hizo una breve introducción al trabajo que tendríamos en nuestras manos.

Se trataba de una labor ardua de investigación, hurgando en los vericuetos del chino antiguo para poder extraer el poco comprendido y menos usado texto de Yang Cheng Fu, quién en su momento realizó una tarea que nadie había hecho hasta entonces: desmenuzar las aplicaciones de un arte tan complejo como el Tai Chi Chuan, en este caso de la famila Yang.

A mí me impactó la sensación de que hubo un grande y honesto esfuerzo por parte de ese maestro legendario en perpetuar unas enseñanzas que él consideraba fundamentales...y que curiosamente están al borde de la extinción.

El sólo hecho de usar fotografías en aquellos años implicaba una gran determinación por parte de los modelos (las cámaras exigían un largo tiempo de exposición) y una buena inversión económica (las fotos eran caras de verdad).

El maestro Yang Cheng Fu, hizo lo mejor que pudo con los medios que tuvo a su alcance.

Pero sin duda es realmente dificultoso, mediante palabras y una sola imagen estática definir mecanismos tan complejos encontrados en el uso práctico del Tai Chi Chuan.

El excelente trabajo de Sam Masich consistió en volver accesible toda esa información.

En lo que a mí respecta, conozco muchas aplicaciones de movimientos clásicos de varios estilos, pero, lo realmente interesante sobre el trabajo de investigación de Sam fue el traernos no una serie de respuestas precocinadas, sino una batería de “cómos” y “porqués”, es decir, facilitarnos los ingredientes para que nosotros mismos podamos extraer el conocimiento.

Es como cuando uno intenta aprender a tocar blues, que al principio imitamos frases musicales típicas del estilo, pero si uno quiere realmente hacerlo bien, tiene que saber porqué esa frase suena así y cómo puedes construir de la nada una parecida.

En el TCC, si lo haces bien, en algún momento dejas de ser intérprete para ser compositor.

Y eso es lo que a mí me interesaba, recibir la información necesaria para ir en esa dirección.

Organizados por parejas repetíamos los movimientos bajo la atenta mirada de Sam, quien luego de un rato, nos hacía detener y corregir las cosas que veía que no realizábamos bien, con lo cual la enseñanza se profundizaba.

El curso fue intenso, no puede negarse, pero el buen hacer de Masich, quien intercalaba en momentos clave anécdotas o detalles teóricos, generaba las pausas correctas para poder mantener el ritmo.

Me extendería mucho más de lo soportable el detallar tantos días, tan cargados de acontecimientos inolvidables y descubrimientos.

Espero haber dado una visión general y positiva de una experiencia que, no puedo hablar por los demás, a mí me llevó a una motivación muy profunda que podría resumirse en una de las últimas intervenciones de Sam cuando decía que, si bien los tiempos cambian y algunas cosas se van adaptando, con el TCC nos estamos pasando un poco (bastante) de la raya, al punto que, como tantos otros docentes y expertos venimos diciendo hace tiempo, de evolución se está pasando a degradación y por esa razón nos conminaba a que mantuviéramos la sangre de este bello arte marcial fluyendo, vivo.

Pero no vivo a cualquier precio, como si de un sistema de respiración asistida se tratase.

Vivo, pero no con artificios.

Como docentes deberíamos asumir el mantenimiento de los principios que lo pusieron en un sitial de privilegio (sin desmedro de seguir investigando), de tratar de evitar que éstos principios no agonicen lentamente en una parafernalia de indiferencias acrobáticas que sólo buscan el lujo mediático o la promesa de adormecimiento cerebral mediante una hora de movimientos vacíos( a cambio de una módica cuota mensual).

Tengo más que claro que el TCC no tiene dueño.

Es de todos.

Pero si se muere se muere para todos.

Sam es sin duda uno de los que intenta que eso no suceda.

Yo tengo la suerte de contar entre mis amistades gente que intenta lo mismo.

Pero más allá del innegable valor técnico, este curso me ha dejado el siguiente sabor: de que por más humilde que sea tu trinchera, no se está tan solo.

De pronto me he sentido renovado por los conceptos vertidos en el curso, que, como las palabras de un buen general, me han sacudido el cansancio de la lucha y me han puesto otra vez de cara a la batalla.

Obviamente esto fue un plus que no esperaba, algo muy personal, pero algo que de no haber estado allí no habría sucedido.

Sólo por eso...
thanks Sam, hope see you soon!

Y gracias por leerme

Fernando Veira

sábado, 4 de octubre de 2014

El nunca bien entendido problema del "doble peso"


El doble peso es considerado uno de los pecados técnicos más grandes del Tai Chi Chuan, aunque no es un problema exclusivo de este arte, otras artes internas y externas analizan este tema con diferentes nombres y relevancias.
Algunos practicantes hablan casi con miedo del doble peso, como si fuera una bestia que ataca sin aviso. Otros están atentos para ver si detectan en algún video de una escuela rival alguien que esté cayendo en este error. Pero lo cierto es que poca gente comprende lo que es realmente el doble peso.
La definición de doble peso más extendida es la que define la situación en que nuestro peso está repartido 50/50 en cada pie. Por eso algunos afirman que la posición de mapu (mabu), posición del caballo o del jinete de hierro no puede formar parte de un arte marcial interno, ya que es notorio que para mantenerla el peso debe estar equitativamente distribuido. Este es un buen ejemplo de la escasa comprensión de este tema.
En primer lugar no creo que ninguna postura tenga que desestimarse a priori, fundamentalmente porque son “posturas”.
¿Qué quiero decir con esto? Las posturas son como los fotogramas de una película, aislados del resto parecen algo quieto, casi inútil. De hecho la tendencia “moderna” es la de criticar y reírse en general de las posturas marciales tradicionales. Lo cierto es que por ser interpretadas como algo estático, la mayoría desconoce la verdadera utilidad de cada una (que no es para que queden bonitas, eso es lo primero).
Pero tanto hablemos del doble peso como de su eficacia en general, lo que nadie hace es recordar que una postura es un cuadro congelado que forma parte de una cadena de movimientos.
Repito, el análisis estático de las posturas puede conducir a muchos errores si olvidamos vincularlo a su contexto dinámico. Entendamos que, tanto si caminamos como si realizamos un ejercicio de TCC, evitar el doble todo el tiempo es imposible. El movimiento de nuestro cuerpo se basa en la traslación del peso de una pierna a otra. Lo que significa que en algún momento nuestro peso estará equilibrado 50/50, lo contrario es físicamente imposible.
Pero, si no se puede evitar totalmente, ¿por qué se insiste tanto en no estar en doble peso?

Moméntum vs Cinética

Las artes marciales internas basan su poder en el momentum, es decir, en la fuerza lineal transmitida de nosotros al contrincante. Es su objetivo el mantener y aprovechar el moméntum.
Cada una, a su manera intenta preservar esta energía alimentándola constantemente, como el operario de una caldera de vapor de una locomotora, tirando carbón constantemente para no perder el impulso. Continuando con el símil literario, la locomotora, que es el moméntum , es común a todas las artes , pero el carbón que cada una usa es diferente.
El maestro Djurdjevic hace una excelente diferenciación técnica que yo me permito aquí interpretar.
El xing yi chuan lo hace mediante el uso de la gravedad, es decir mantiene el moméntum mediante la presión hacia abajo para “recargarlo” mediante compresión contra el suelo y su correspondiente expansión.
El pa kwa chan lo consigue mediante el uso de la espiral, mantiene el impulso modificando la extensión y reducción de los círculos, como quien enrolla un cable en una enorme bobina, manteniendo la trayectoria lo suficientemente tensa como para mantener el efecto de transmisión del moméntum.
El tai chi chuan lo gestiona mediante la continuidad, lo que en cierta forma es el chan se jing o “enrollar la seda”. Lo consigue contrayendo o expandiendo el centro, ya sea llenando o vaciando para mantener el flujo continuo de energía.
Si miramos la fórmula del momentum tenemos que es igual a la masa x la velocidad. Esta es la gran diferencia con las artes marciales externas que usan mayormente la energía cinética.
En las artes internas el ataque trata de transferir la totalidad de nuestro peso al contrincante, independientemente de la velocidad. Por eso muchas veces le dice uno a sus alumnos que la técnica la hagan lenta, porque si a baja velocidad es efectiva, a alta lo será más.
A esto se debe que en TCC y en las demás artes internas, la velocidad no sea una prioridad (no porque sea despreciable, sino porque a nivel pedagógico la velocidad se usaría para compensar defectos en estructura, relax, distancia y movimiento, por lo que su uso suele postergarse). Sabemos que el TCC fue creado para usarlo cuando eres más viejo, lento y débil que tu oponente. Así que será el correcto uso de tu estructura corporal y tu relax el que hará el trabajo.
Pongamos por ejemplo dos bolas de billar impactando. ¿Quién no ha visto que aunque una bola sea golpeada muy despacio por otra, ésta se mueve igualmente y puede que incluso recorra un gran tramo por la mesa de billar?
Eso es porque una bola le ha cedido totalmente su moméntum a la otra.
En las artes marciales externas se trabaja más con la cinética. Es decir que se acelera un puño o un pié todo lo que se puede para causar un buen impacto. La fórmula de la energía cinética es la mitad de la masa x la velocidad al cuadrado, es decir, que la velocidad es el parámetro más relevante.
Así que más te vale ser joven o rápido o muy fuerte para que el golpe sea efectivo.
Si pensamos en dos pelotas de goma, para que una mueva a la otra, tiene que acelerar mucho, de lo contrario, por el tipo de superficie, habrá poco movimiento dado que se amortiguará el impacto.
En TCC, nuestra estructura corporal y nuestro relax nos transforman en una masa sólida que transmite, sin importar la velocidad, la fuerza al adversario, concretamente nuestro peso.
Si olvidáramos por ejemplo el relax y tensáramos los brazos al practicar un fuerte empuje, nuestros brazos se aislarían del resto del cuerpo, volviéndose amortiguadores (como la pelota de tenis) en lugar de transmisores de la fuerza aplicada.
Cuando eso pasa los novatos empiezan a forcejar y los más veteranos solemos decirles “no uses fuerza” que es como decir “vuelve a re-conectar todo tu cuerpo que sólo estás usando una parte aislada”.

Doble peso, no sólo está en los pies

Como ya vimos, el TCC se especializa en crear y mantener ese fenómeno de transmisión de fuerza gracias a un factor dinámico fundamental: la continuidad de movimiento.
Todo arte marcial es esencialmente movimiento. Lo estático sólo se usa para aislar partes de su contenido y poder estudiarlo y aprenderlo. Una práctica marcial seria, debería incluir el ensamblaje de esas partes en un todo realmente vivo. La quietud es para el TCC lo que un cadáver a la medicina, es algo para estudiar, pero sin vida.
Cuando se estudia el doble peso en una postura en estado de reposo es a efectos de corrección estructural, pero tiene que mantenerse en mente que eso será algo móvil. Se estudiarán detenidamente la apertura o cierre de las articulaciones del fémur con el sacro.
Generalmente se empuja al practicante para que corrobore si tiene “raiz”, es decir si aguanta en el sitio sin ser vilmente empujado.
Pero, ¿qué pasa con la postura del jinete de hierro, del caballo o “mapu” y su mítico y odiado 50/50 en cada pie?
¿Qué pasa con la postura de combate “santishi” de xing yi chuan que tiene el peso repartido casi 50/50? ¿Son ineficaces? ¿Inútiles? ¿Los grandes maestros estaban borrachos cuando la inventaron?
Seguramente que no. Lo que sucede es que hay posturas que se aprecian sólo en un contexto dinámico. En movimiento, cualquiera de estas posturas será eficaz para ceder el impulso de la técnica y seguramente no tendrán para nada 50/50 repartido entre sus pies, porque el impulso sólo puede ser dirigido eficazmente en una dirección a la vez, por lo que apenas extienda un puño o un pié bien conectado a mi estructura, existirá un traslado del peso en esa dirección, favoreciendo el moméntum y rompiendo el doble peso. (Por supuesto la transmisión de esa energía debe ser controlada, de lo contrario sólo existe un desmoronamiento general de nuestra estructura.)
Es decir, no porque veamos las piernas paralelas y flexionadas igual, tienen ambas el mismo peso en ellas. El comprobar una postura de gato o arco en quietud es fácil y práctico a fines didácticos. Pero lo que generalmente se olvida es que ese test es insuficiente.
Estar “enraizado” es sólo una parte de la cosa. Si yo no puedo salir de ese estado de raíz y transformar la fuerza aplicada caeré inevitablemente en doble peso.
¿Cómo? Simplemente porque si mi adversario y yo estamos igualados en empuje y resistencia, hemos destruido la transmisión del momentum, por lo tanto, él y yo nos transformamos cada uno en una pierna de un cuerpo imaginario que reparte 50/50 el peso corporal.
Porque si tomamos en cuenta que según los maestros, cuando entramos en contacto con el rival, ya no existen dos cuerpos sino UNO SOLO, entonces el doble peso ya no es tema sólo mío, sino de cómo gestiono el peso del rival y si entre nosotros existen dos ying o dos yang, pues nada, hay doble peso también.
Por lo tanto, el doble peso no se circunscribe solamente a las piernas. Es bastante más sutil que eso. De nada sirve que yo tenga un correcto 60/40 distribuido en una postura de arco si la parte superior tiene el mismo peso que la parte inferior.
Si el “cielo” (del tantien para arriba)  y la “tierra” (del tantien para abajo) están igualados, es decir, si los dos están llenos o los dos vacíos, zás, hay doble peso también. El 50/50 va más allá de los pies, va en la intención, en el lleno o en el vacío, en la expansión y la contracción.
El concepto se aplica por todo el cuerpo de modo que podemos dividirlo en cuadrantes, generando un número impresionante de combinaciones, es decir, según la técnica a la que nos enfrentamos deberemos vaciar un hombro y llenar el otro, o llenar los dos hombros para poder vaciar la cintura y así de forma indefinida.

Doble peso, enemigo del moméntum

El doble peso no es más que el asesino del moméntum. Detener el moméntum es dejar que se muera una oportunidad de alcanzar nuestro objetivo.
Un combate es básicamente un juego donde una ventana se abre y otra se cierra en el ataque y la defensa y tenemos décimas de segundo para usarlas.
Si pensamos en enrollar la seda (chan se jin), imaginémonos que tiramos de una barca por un lago. Si se rompiera la cuerda tendríamos que arrojarnos al agua, empalmar la cuerda regresar a la orilla y empezar de cero. Lo mismo si cortamos el moméntum.
Es cierto que las artes marciales externas y los deportes de combate en su mayoría y al usar sólo la cinética, pasan interrumpiendo este proceso, en el cual se detienen y vuelven a empezar.
La filosofía de la NeiJiá (esuela interna) es diferente. Se basa en el flujo constante de la acción, un concepto muy taoísta la verdad. Y muy efectivo.
Para aumentar su efecto, las AAMM internas no sólo trabajan con nuestro moméntum sino con el del contrincante, lo que hace multiplicar la potencia. Sin duda esto las hace mucho más sutiles, más duras de dominar (y por eso muchos dicen que son anticuadas u obsoletas).
El gran enemigo es el doble peso, ya que caer en él nos obliga a “resetear” toda nuestra intención, matamos el impulso y destruimos el moméntum.
Desde el punto de vista de la salud, romper la continuidad implica, si hacemos una forma en solitario, que nuestras articulaciones y músculos trabajen de más ya que anulamos la conexión entre movimientos y desaprovechamos lo que yo llamo, “la inercia controlada del TCC”.
Desde el punto de vista del combate significa romper un ritmo natural que abre ventanas para que nos entre un ataque inesperado, desaprovechar nuestra energía y anular nuestra capacidad ofensiva-defensiva.
El trabajo estático donde corregimos el doble peso es apenas un inicio. El doble peso debe revisarse en todo el cuerpo y dependerá de la acción de nuestro adversario dónde debemos poner o sacar, dónde deberemos vaciar o llenar.
En mi humilde opinión, los trabajos en pareja tipo San Shou o Da Lü son excelentes para ir desterrando poco a poco este defecto.

¿Cómo nos damos cuenta de que vamos progresando?

Cuando sentimos que no hay huecos en nuestra rutina de pareja, que el impulso se mantiene sin perder la raíz, que un movimiento da luz al siguiente sin esfuerzo y con buena estructura y ya más avanzados, cuando somos capaces de cambiar el ritmo sin perder la continuidad, escuchando la fuerza, adhiriéndonos, siguiéndonos en una espiral continua.

El concepto tradicional sobre el DOBLE PESO no habla sobre la distribución en los pies

Siguiendo en mi investigación de este tema, he descubierto que el concepto tradicional del doble peso del que se pueden encontrar referencias en clásicos del TCC en su idioma original, no habla del peso repartido entre las piernas.
Cito al maestro/escritor/traductor Tim Cartmell:
“Aunque hay alguna lógica detrás de la definición del doble peso como el peso distribuido por igual entre ambos pies, esta es la explicación parcial, es decir que no es exacta. 
Cuando lees el Tai Ji Quan Classics en el original en chino , la definición y explicación de doble peso es clara e inequívoca. 
Doble peso se refiere al uso de la fuerza directamente contra la fuerza del otro. 
El uso de mi fuerza (peso) en contra de su fuerza (peso) crea dos ‘pesos’ (centros) . 
Cuando dos centros separados de la gravedad se disputan, el más fuerte siempre gana. 
Este estado se produce naturalmente cuando la lucha es entre inexpertos y no es arte marcial. 
El principio subyacente de la aplicación del Tai Ji Quan es unir centros con tu oponente (un peso) de una posición dominante de modo que usted puede “tomar prestado la fuerza del oponente ‘y conducirlo a su técnica. 
Es interesante observar en el Tai Ji Quan Classics que doble peso se considera una” enfermedad ” y la razón de que los practicantes fracasen, incluso después de años de entrenamiento . La clave es unir nuestro centro con el del oponente y moverlo como una parte de ti mismo.”

Un párrafo lleno de inestimable conocimiento.
El maestro Byron Zhang siempre dice en sus clases y seminarios que debe desaparecer el concepto de “me está empujando” cada vez que entro en contacto con mi compañero o mi atacante. En su lugar debemos desarrollar la sensación de que el cuerpo del otro no es algo antagónico sino que es sencillamente una extensión del nuestro.
Es una idea absolutamente taoísta, donde se actúa fusionando los opuestos y actuando desde adentro (desde lo interno) y no desde afuera (produciendo una técnica externa).

Incremento del concepto de “arte marcial interno”

Esto me lleva a profundizar aún más la idea de lo que significa practicar un AAMM interno y no tiene nada que ver con hacer prácticas meditativas, visualizaciones o adoptar una postura de persona que cree estar más allá de las patadas y los puñetazos.
Hace mucho tiempo que tengo claro que un arte interno usa su poder procedente de las fuerzas centrífugas y centrípetas generadas por el practicante.
Estas fuerzas encuentran su camino en la correcta alineación de articulaciones, es decir en una estructura y para que esa estructura sea eficaz, tiene que haber relax.
En una confrontación, ya sea de práctica o real, si yo no me integro con mi rival intentaré cambiar la situación desde afuera y para eso deberé ser inevitablemente más fuerte y más rápido.
En cuanto me integro a mi atacante y desaparece la dualidad, el poder proviene de una masa que cambia su naturaleza desde adentro, por lo que es irreversible, la técnica se torna inevitable, natural y simple.

Porqué no se comprende el doble peso

Mi teoría es que  al intentar convertir el TCC en un arte en solitario, sin contacto, en una danza individual, la interpretación de los clásicos ha caído un poco en ciertas áreas erróneas.
¿Podría alguien entender un jab de derecha sin nunca aplicarlo?
Por la misma razón, las áreas oscuras del TCC provienen simplemente por la falta de interacción con otros practicantes. La falta de interacción lo convierte en una simple caricatura, en apenas una sombra del poderoso arte que supo ser.
Pero, como dijo un gran maestro: “todo el trabajo que se hace individualmente en el TCC es simplemente una preparación para el momento del contacto con tu rival”.
Espero os resulte tan esclarecedor como a mi.
Gracias por leerme

miércoles, 18 de junio de 2014

Cursos de iniciación al Tai Chi en el Parque Santa Margarita, A Coruña




Esta actividad esta pensada para introducir a las personas en la verdadera esencia de este noble arte.
Para todo tipo de edad, nivel técnico o condición física.

¡Animáos!

Digna actuación de la Escuela Pai-Hu


En abril de este año, nuestra escuela participó en el IV Open Nacional de Kuoshu teniendo una primera actuación de lo más positiva.

Por un lado, , la experiencia y el probarse a sí mismo en un evento público ha resultado una experiencia altamente enriquecedora. Los nervios se templaron y la concentración se incrementó de una manera en la que circunstancias normales no suelen someternos.


Desde un comienzo nuestro objetivo iba mucho más allá del resultado deportivo. Nuestra escuela no entrena para competir, sino para ser fuertes y efectivos, saludables y equilibrados, lo que, al contrario de lo que alguna gente piensa, no son sinónimos.

La idea era acudir como parte del mundo marcial español, representar a nuestros maestros, declarar nuestra existencia entre las demás prestigiosas escuelas y cruzar abrazos con otros destacados artistas marciales.

El nivel fué realmente exigente y el ambiente de verdadera fiesta.

Luego de los nervios iniciales todo fue disfrutar.

Volvimos a Galicia dejando el listón alto.

Susana De Marco:

Medalla Bronce Tui Shou

4º puesto forma mano vacía tradicional

5º puesto en forma de espada tradicional

Fernando Veira:

Medalla de Bronce Tui Shou (pesados)

4º puesto en forma de espada tradicional


Una reflexión sobre la maestría





La maestría en las artes marciales es un tema poco comprendido.

Al contrario de lo que pasa con otras actividades humanas, en el que obtener un dominio destacado significa exactamente eso (en la física, las matemáticas, la literatura, la mecánica, o lo que sea), el “título” de maestro en las artes marciales parece que confiere a su poseedor una especie de don sobrenatural que lo eleva sobre el resto de los mortales.

Este pensamiento es- a mi humilde modo de entender- altamente nocivo, predispone a aquellos que se acercan al maestro en cuestión a tener una actitud sumisa y en algunos casos, servil.

Hay demasiado mito, quizás alimentado por películas de calidad dudosa, en las que el maestro es una especie de semidiós de quien incluso un simple estornudo tiene un significado místico.

Necesitamos aclarar que es cierto que las artes marciales conducen de alguna manera a lo que algunas corrientes filosóficas llaman la iluminación. Pero, sin lugar a dudas, no todos los maestros alcanzaron esta estatura espiritual.

La mayoría eran grandes guerreros o luchadores, pero sus vidas personales estaban llenas de debilidades humanas y dolencias absolutamente terrenales...

Incluso los hubo que, en vez de destacarse como luchadores, lo hicieron por haber creado el basamento teórico de su arte, lo que es una herencia invaluable.

Así que el no haber alcanzado los límites de la conciencia búdica no afecta ni afectará para nada el mérito de ningún maestro como transmisor, creador de una escuela, guardián de un estilo o gran teórico. Una cosa no quita la otra.

Es necesario comprender que en las artes marciales, la sabiduría mística no es condición indispensable para alcanzar la categoría de maestro.

Son cosas mucho más tangibles como destreza técnica, capacidad de innovación, aporte de nuevos elementos, investigación, desarrollo de nuevos aspectos, etc.

Resumiendo, puede decirse que un maestro es alguien que aporta prestigio a su escuela y que es reconocido por el arduo trabajo que ha realizado en ella. La iluminación no entra en la ecuación, porque, entre otras cosas, es algo individual y la docencia es una tarea eminentemente grupal.

El maestro es alguien que ha demostrado no vivir para sí, sino para su enseñanza, su escuela, su estilo y sus alumnos.

Pero en occidente, quizás por tener una vida espiritual bastante alejada de nuestra cotidianidad, nos empecinamos en revestir al maestro de características dignas de un personaje de la Marvel Comics.

Necesitamos de cierto exotismo que nos saque de nuestras vidas llenas de estrés y monotonía.

Otro elemento muy humano interviene también. La necesidad de delegarle la responsabilidad a otro. Eso lo hacemos a nivel religioso, político, emocional... no es más que la vieja necesidad humana de ceder nuestra voluntad a alguien o algo que nos diga a dónde tenemos que ir, estamos deseosos de ponernos sobre un raíl sobre el que dejarnos llevar y no usar la cabeza.

La facilidad con la que caemos en las redes del consumismo es otro gran ejemplo. Todo lo que sea seguir una corriente parece tener una gran capacidad de seducción.

Esto da origen a alumnos ciegos, sin capacidad de análisis, con la inteligencia de una fotocopiadora y maestros, que, generalmente, sólo son maestros en extraer el dinero de los bolsillos de sus discípulos, los que en gran medida tienen la responsabilidad de ser embaucados ya que es su falta de profundidad y su imperiosa necesidad de creer en la primer paparrucha que les pongan delante lo que se lo pone tan fácil... como si un condenado a la decapitación se dibujara una línea punteada en el cuello.

El tipo de alumno que yo jamás desearía.

Está claro que todos somos posibles víctimas de un “estafador marcial”, de hecho yo mismo he mordido el anzuelo más de una vez...pero luego de un tiempo prudencial uno escupe la carnada en cuanto se ve que las cosas se caen por su propio peso. Todo depende de la experiencia que tengamos y de la capacidad histriónica del falso maestro.

Yo siempre insto a mis amigos, alumnos y discípulos a que usen sus mejores armas: la deducción y el análisis. Una cosa es respetar las enseñanzas y al docente que esta colaborando en tu crecimiento como artista marcial. Otra es que uno ponga el cerebro en “stand by” y acepte todo lo que le echan.

Un artista marcial debe tener una mente rápida.

Se supone que se esta entrenando para superar situaciones límite donde en un segundo debe evaluar qué hacer o no, ya que de eso puede depender su integridad física o la de un ser querido. Así que siempre los estimulo a que busquen información, que contrasten por ahi... La discusión educada no sólo está permitida, es vista con buenos ojos.

Conocer otras escuelas, otras técnicas, otros docentes siempre enriquece.

Los grandes maestros de la antigua China compartían información mucho más de lo que hoy hacemos, en los que parece que unos temen que le roben alguna técnica secreta y eso favorezca económicamente a su rival.

Porque hoy, desgraciadamente, todo se mide por el vil metal.

Conozco varios casos de “maestros” que prohíben que sus alumnos entren en contacto con otras enseñanzas. Esta actitud sectaria es el envoltorio del temor a que su rebaño abra los ojos y quiera salir por patas al darse cuenta que los han estafado.

La enseñanza es como una linterna, se basa en iluminar, no en ocultar. Nadie se compraría una linterna que arroje sombras...

Claro que también están los maestros que sabiendo mucho no lo sueltan. Más sombras.

Cada vez que he detectado oscurantismo en algún sitio lo he abandonado sin siquiera mirar atrás.

En serio, si alguien se atreve a prohibiros crecer o los mantiene atados con la ilusión de un conocimiento que nunca llega, dadle con la puerta en las narices. Esas tácticas son de gente poco evolucionada.

Como director de una escuela, sólo puedo intervenir en algún caso disciplinario grave que afecte la tradición, el honor o el funcionamiento normal de la instutución que han puesto a mi cargo. No poseo autoridad sobre la vida personal de nadie de la misma forma que no permito que nadie la tenga sobre la mía.

No solo no os dejéis atrapar por los que no saben, tampoco por los que saben y no comparten. El saber no habilita para enseñar, de nada sirven los títulos y los linajes si el docente en cuestión carece de la pedagogía o lo que es peor, la generosidad necesaria.Enseñar es compartir y algunos no se sienten cómodos compartiéndolo todo.

Buscad antes alguien que os enseñe bien que alguien que esté atiborrado de un conocimiento que nunca llegará a vosotros.

En las artes marciales chinas, las relaciones son equiparadas a las familiares.

Sifu , en chino maestro, es “padre que enseña”, el maestro de tu maestro es tu abuelo, etc. Hay primos, sobrinos, hermanos mayores, menores...

Tu sifu no es quién más sabe en el mundo. Tu sifu es, por decirlo de alguna manera, quien te ha traído al mundo en cuanto al arte marcial.

Si bien a veces por respeto llamamos maestro a figuras destacadas de otras escuelas, lo cierto es que sólo estamos “obligados” (por decirlo de alguna manera) a llamar maestro, concretamente decir "mi maestro" a quien nos ha educado e impulsado de forma más decidida, es decir, a aquel que en nuestro corazón sabemos que nos ha dado más que nadie.

Cuando uno se transforma en discípulo significa que nuestro maestro se hace cargo especialmente de nuestro avance. Es un honor y una responsabilidad compartida. No es una relación simplemente institucional. O no debería. El verdadero trabajo del maestro es cuando consigue tener un discúpulo. Va más alla de saber muchas técnicas. El sifu navega dentro de su hijo marcial, como el jardinero que cuida de su planta más preciada, asumiendo la responsabilida de cortar aquí y agregar allá.

Si alguien piensa que es fácil, que lo intente.

Hay niveles en todo. La maestría no escapa a esta regla. Hay maestros y grandes maestros. Hay quienes dominan una parte del arte y los que dominan muchas áreas.

Pero lo cierto es que nadie puede abarcarlo todo ni saberlo todo.

En lo que a mi respecta no me gusta que se use la denominación a la ligera, pero tampoco temo llamarle a quien considero un profesional en su arte, maestro.

Me gustaría que dejase de ser una palabra casi maldita.

Creo que la maldición viene del uso para vanagloriarse.

Un verdadero maestro siempre siente una ligera incomodidad cuando lo llaman "sifu", porque en el fondo sabe todo lo que le falta por alcanzar.

A mi me gusta darle un uso afectivo. Como a mi difunto maestro al que nunca llamé maestro en vida, ni hacía falta, pero hoy me gustaría tenerlo para decírselo con todo el cariño del mundo, sin que significasen tronos ni glorias, simplemente un reconocimiento por haber estado a mi lado.

Hay una gran diferencia en donde impacta la palabra "sifu". Puede que a algunos les dé de lleno en el ego y a otros nos de en el corazón. Algunos oirán "eres la leche, lo mejor de lo mejor" y otros oiremos "mi mentor, mi compañero y mi amigo".

Se muy bien, que muchos excelentes docentes no quieren ni acercarse a esta denominación por humildad legítima y por que lamentablemente ha sido muy manoseada. Pero unos cuantos se la merecen.

Personalmente creo que la maestría es asignada por alguien distinto a ti, es un reconocimiento que llega por diversos motivos y que no se obtiene en un aula o un examen. Es un proceso de la naturaleza y no puede ser envasado ni mucho menos comercializado.

Un concepto erróneo es creer que la maestría es la llegada a la cima de la escalera, cuando la verdad es que es la puerta para empezar a experimentar el arte con toda serenidad y aprender aun más intensamente.

Huid de aquellos que quieran que los sigan para que los colméis de halagos y quedáos con aquellos que quieren contagiaros el amor por su arte.

Como dijo un gran maestro: "no me sigas, si me imitas fracasarás, sigue mis enseñanzas y triunfarás"

martes, 25 de marzo de 2014

Las artes marciales, ¿son un deporte?



Hace tiempo me hice esta pregunta.
Si nos dejamos llevar por los comités olímpicos y las instituciones deportivas, está claro que son lo mismo.

Yo toda la vida hice deportes y artes marciales, pero nunca me parecieron la misma cosa. Siempre los sentí diferentes. A pesar de hacer un deporte extremo como el descenso en bicicleta (downhill o DH) en el que la adrenalina subía a niveles insospechados (y donde tuve la lesiones más graves), a pesar de que sentía una gran pasión y entrega...no puedo decir que sintiera lo mismo.

Entonces, como siempre que tengo una duda “estructural” en algún tema, voy a consultar mi gran amigo el diccionario. Un diccionario es, por definición, algo que da definiciones ;) .
Así que fui a mirar si allí había algo interesante.
Lo había.
Encontré que deporte tiene estas definiciones:
  1.  m. Actividad física ejercida como juego o competición sujeto a normas, cuya práctica supone entrenamiento y buen estado físico:
    el tenis es un deporte olímpico.
  2. Recreación, pasatiempo, generalmente al aire libre:
    le gusta hacer algo de deporte en la playa.
  3. por deporte loc. adv. Desinteresadamente, por propio gusto:
    suele decir que no trabaja por deporte.

Entonces comencé a vislumbrar por dónde la diferencia.
Palabras clave: juego, competición, recreación, pasatiempo.

Un deporte es en gran medida un pasatiempo saludable y recreativo, un juego, que cuando se vuelve profesional se torna competitivo. En ese momento dinero y premios entran en la ecuación, se vuelve un trabajo. Es obvio que al ascender a la categoría de deporte de élite, lo recreativo desaparece y es sustituido por la necesidad del logro, del resultado. Se gana en “seriedad” y se pierde en salud, porque se exprimirá al máximo la energía del cuerpo para conseguir ganar.
Otro aspecto importante en un deporte son las normas. Para igualdad y justicia para todos sus participantes, hay que establecer unas normas muy claras, algo que es totalmente lógico.

Podría afirmarse que el deporte, mientras no exageremos, es una tarea realmente edificante, mantiene nuestra salud física y mental.

¿Pero qué es un arte marcial?
Marcial viene de militar y militar viene de...vamos, de hacer guerras y machacar al enemigo. Lo de arte se entiende en un contexto de que es necesario desarrollar una habilidad hasta el máximo, no debe confundirse como una intención estética.
El objetivo primigenio de las artes marciales siempre ha sido uno y solo uno: sobrevivir.

Cuando las artes marciales se volvieron “civiles” entraron en juego otras cosas. El aspecto espiritual y la búsqueda de la longevidad llevaron a profundizar otros aspectos importantes. Al desaparecer el enemigo inmediato (otro soldado intentando cortarme la cabeza) se prestó atención a otros peligros como el desorden interior y los hábitos poco saludables.

Al fin y al cabo un arte marcial es la máxima expresión de la preocupación por la propia salud. El primer paso para mantener la salud es conservar la vida. Puede decirse que evitar que otro te mate o te mutile es una excelente medida sanitaria.

Deporte y artes marciales tienen en común que ambos mueven la sangre, el oxígeno, fortalecen músculos, huesos y tendones.
Pero, sobre todo en las disciplinas internas, se va más allá, la actividad resulta mucho más profunda que hacer aeróbicos o levantar pesas.

Una vez más, la estética queda de lado. No se buscan cuerpos bonitos, se buscan cuerpos que funcionen, ágiles, veloces y contundentes si hace falta, serenos y relajados cuando se debe. Cuerpos que sirvan a sus dueños en vez de dueños que estén al servicio de sus cuerpos, obsesionados con el espejo y las normas estéticas. Cuerpos que vivan mucho y bien, que lleven dentro de sí “la eterna primavera”.

Nunca he visto un gran maestro “cachas”...pero nadie querrá meterse con ellos. Los artistas marciales más poderosos que he conocido no serían aceptados en ninguna pasarela de modas.

La competición ha dado a luz un montón de artes marciales que creo que mejor deberían llamarse de otra forma, ya que si bien su origen es marcial, su desempeño es notoriamente deportivo.
Yo me he tomado la libertad de agruparlos en dos categorías, una, deportes de contacto, es decir los que golpean con mayor o menor contundencia, pero siempre en situaciones absolutamente controladas. Y así debe ser, sino sería un circo romano...aunque algunas se han desmadrado en aras del “show bussines”, es decir, de la recaudación y la explotación del morbo del público que poco sabe de esto y sólo quiere poner un poco de violencia en su vida para llenar su vacío existencial.
La segunda categoría agruparía lo que yo llamaría deportes de exhibición. Aquí encontramos a verdaderos “atletas marciales”, capaces de proezas inalcanzables para la mayoría de los mortales.
Es un bonito espectáculo, congrega un gran público, como lo hace el patinaje artístico o la gimnasia olímpica (que debo confesar me encantan :) )
Es mi opinión y, espero que nadie se ofenda, que como experiencia estética está genial. Como hecho marcial puro, carece de significado, a no ser que alguien crea que los artistas marciales de la antiguedad luchaban como en las películas (demasiado “wire-fu” para mi gusto, o sea, el cable
que ayuda a los actores a hacer las acrobacias)

Ciertamente hay una gran diferencia entre deporte y arte marcial, uno entrenar para ganar, el otro entrenar para sobrevivir (no solo físicamente ante un ataque, también sobrevivir al estrés, ansiedad, a nosotros mismos, etc).
La diferencia, puede que parezca sutil, pero es tremenda.
En el combate deportivo, salvo un accidente, nadie muere o es herido de gravedad. No es el objetivo, no hay institución en su sano juicio que promueva el homicidio como evento deportivo.
Pero resulta que las técnicas más efectivas y más económicas para una situación real...no podemos usarlas en un cuadrilátero. Sería una locura.

En un combate real, un error y todo puede ir de mal, a tremendamente mal.

No necesito hacer el espagat, ni dar saltos mortales para ser un gran guerrero. Sólo debo saber cuándo, cómo y dónde actuar.
Ya lo decía sifu Bruce Lee: “vencer a un oponente con una técnica compleja es señal de habilidad, vencer al mismo oponente con una técnica sencilla es síntoma de maestría”

Siempre cuento la anécdota de que mi maestro nos dijo que nos enseñaría “kung-fu para viejos”.
Mucho tiempo lo sentí como algo despectivo, pero luego entendí que nos estaba enseñando algo que podríamos usar cuando tuviésemos 80 años. El fue acróbata entre otras cosas y nunca conocí a nadie que le gustara menos las demostraciones espectaculares, las consideraba ridículas, superfluas e ineficaces.
A mi entender, por más que tengan una gran actividad física, las artes marciales se merecen el lugar de una actividad cultural, ya que implica conocimiento intelectual, filosófico, teórico y práctico y además es depositaria de una tradición y un código de conducta, cosa que lo diferencia totalmente de una actividad deportiva, que, no se me malentienda, son absolutamente positivas todas.

Pero yo me pliego a la corriente cada vez más numerosa de docentes y practicantes que intentan, en algunos caso volver y en otros simplemente no apartarse del objetivo inicial del arte marcial.

A mi humilde modo de ver los objetivos de cualquier arte marcial son (o deberían ser): supervivencia, salud, longevidad y madurez interior.
Si alguna de estas no se cumple, tendré que revisar mi práctica.

Si lo que entreno no me sirve para defenderme, no mejora mi salud y no me vuelve una mejor persona...es que o lo estoy practicando mal, o me he equivocado de disciplina.