Hace tiempo me hice esta pregunta.
Si nos dejamos llevar por los comités
olímpicos y las instituciones deportivas, está claro que son lo
mismo.
Yo toda la vida hice deportes y artes
marciales, pero nunca me parecieron la misma cosa. Siempre los sentí
diferentes. A pesar de hacer un deporte extremo como el descenso en
bicicleta (downhill o DH) en el que la adrenalina subía a niveles
insospechados (y donde tuve la lesiones más graves), a pesar de que
sentía una gran pasión y entrega...no puedo decir que sintiera lo
mismo.
Entonces, como siempre que
tengo una duda “estructural” en algún tema, voy a consultar mi
gran amigo el diccionario. Un diccionario es, por definición, algo
que da definiciones ;) .
Así que fui a mirar si allí
había algo interesante.
Lo había.
Encontré
que deporte tiene estas definiciones:
- m. Actividad física ejercida como juego o competición sujeto a normas, cuya práctica supone entrenamiento y buen estado físico:
el tenis es un deporte olímpico. - Recreación, pasatiempo, generalmente al aire libre:
le gusta hacer algo de deporte en la playa. - por deporte loc. adv. Desinteresadamente, por propio gusto:
suele decir que no trabaja por deporte.
Palabras clave: juego,
competición, recreación, pasatiempo.
Un deporte es en gran medida un
pasatiempo saludable y recreativo, un juego, que cuando se vuelve
profesional se torna competitivo. En ese momento dinero y premios
entran en la ecuación, se vuelve un trabajo. Es obvio que al
ascender a la categoría de deporte de élite, lo recreativo
desaparece y es sustituido por la necesidad del logro, del resultado.
Se gana en “seriedad” y se pierde en salud, porque se exprimirá
al máximo la energía del cuerpo para conseguir ganar.
Otro aspecto importante
en un deporte son las normas. Para igualdad y justicia para todos sus
participantes, hay que establecer unas normas muy claras, algo que es
totalmente lógico.
Podría afirmarse que el
deporte, mientras no exageremos, es una tarea realmente edificante,
mantiene nuestra salud física y mental.
¿Pero qué es un arte
marcial?
Marcial viene de militar
y militar viene de...vamos, de hacer guerras y machacar al enemigo.
Lo de arte se entiende en un contexto de que es necesario desarrollar
una habilidad hasta el máximo, no debe confundirse como una
intención estética.
El objetivo primigenio de las artes
marciales siempre ha sido uno y solo uno: sobrevivir.
Cuando las artes
marciales se volvieron “civiles” entraron en juego otras cosas.
El aspecto espiritual y la búsqueda de la longevidad llevaron a
profundizar otros aspectos importantes. Al desaparecer el enemigo
inmediato (otro soldado intentando cortarme la cabeza) se prestó
atención a otros peligros como el desorden interior y los hábitos
poco saludables.
Al fin y al cabo un arte
marcial es la máxima expresión de la preocupación por la propia
salud. El primer paso para mantener la salud es conservar la vida.
Puede decirse que evitar que otro te mate o te mutile es una
excelente medida sanitaria.
Deporte y artes marciales
tienen en común que ambos mueven la sangre, el oxígeno, fortalecen
músculos, huesos y tendones.
Pero, sobre todo en las
disciplinas internas, se va más allá, la actividad resulta mucho
más profunda que hacer aeróbicos o levantar pesas.
Una vez más, la estética
queda de lado. No se buscan cuerpos bonitos, se buscan cuerpos que
funcionen, ágiles, veloces y contundentes si hace falta, serenos y
relajados cuando se debe. Cuerpos que sirvan a sus dueños en vez de
dueños que estén al servicio de sus cuerpos, obsesionados con el
espejo y las normas estéticas. Cuerpos que vivan mucho y bien, que
lleven dentro de sí “la eterna primavera”.
Nunca he visto un gran maestro
“cachas”...pero nadie querrá meterse con ellos. Los artistas
marciales más poderosos que he conocido no serían aceptados en
ninguna pasarela de modas.
La competición ha dado a
luz un montón de artes marciales que creo que mejor deberían
llamarse de otra forma, ya que si bien su origen es marcial, su
desempeño es notoriamente deportivo.
Yo me he tomado la
libertad de agruparlos en dos categorías, una, deportes de contacto,
es decir los que golpean con mayor o menor contundencia, pero siempre
en situaciones absolutamente controladas. Y así debe ser, sino sería
un circo romano...aunque algunas se han desmadrado en aras del “show
bussines”, es decir, de la recaudación y la explotación del
morbo del público que poco sabe de esto y sólo quiere poner un poco
de violencia en su vida para llenar su vacío existencial.
La segunda categoría
agruparía lo que yo llamaría deportes de exhibición. Aquí
encontramos a verdaderos “atletas marciales”, capaces de proezas
inalcanzables para la mayoría de los mortales.
Es un bonito espectáculo,
congrega un gran público, como lo hace el patinaje artístico o la
gimnasia olímpica (que debo confesar me encantan :) )
Es mi opinión y, espero
que nadie se ofenda, que como experiencia estética está genial.
Como hecho marcial puro, carece de significado, a no ser que alguien
crea que los artistas marciales de la antiguedad luchaban como en las
películas (demasiado “wire-fu” para mi gusto, o sea, el
cable
que ayuda a los actores a
hacer las acrobacias)
Ciertamente hay una gran
diferencia entre deporte y arte marcial, uno entrenar para ganar, el
otro entrenar para sobrevivir (no solo físicamente ante un ataque,
también sobrevivir al estrés, ansiedad, a nosotros mismos, etc).
La diferencia, puede que
parezca sutil, pero es tremenda.
En el combate deportivo,
salvo un accidente, nadie muere o es herido de gravedad. No es el
objetivo, no hay institución en su sano juicio que promueva el
homicidio como evento deportivo.
Pero resulta que las
técnicas más efectivas y más económicas para una situación
real...no podemos usarlas en un cuadrilátero. Sería una locura.
En un combate real, un
error y todo puede ir de mal, a tremendamente mal.
No necesito hacer el
espagat, ni dar saltos mortales para ser un gran guerrero. Sólo debo
saber cuándo, cómo y dónde actuar.
Ya lo decía sifu Bruce
Lee: “vencer a un oponente con una técnica compleja es señal de
habilidad, vencer al mismo oponente con una técnica sencilla es
síntoma de maestría”
Siempre cuento la
anécdota de que mi maestro nos dijo que nos enseñaría “kung-fu
para viejos”.
Mucho tiempo lo sentí
como algo despectivo, pero luego entendí que nos estaba enseñando
algo que podríamos usar cuando tuviésemos 80 años. El fue acróbata
entre otras cosas y nunca conocí a nadie que le gustara menos las
demostraciones espectaculares, las consideraba ridículas, superfluas
e ineficaces.
A mi entender, por más que tengan
una gran actividad física, las artes marciales se merecen el lugar
de una actividad cultural, ya que implica conocimiento intelectual,
filosófico, teórico y práctico y además es depositaria de una
tradición y un código de conducta, cosa que lo diferencia
totalmente de una actividad deportiva, que, no se me malentienda, son
absolutamente positivas todas.
Pero yo me pliego a la corriente cada
vez más numerosa de docentes y practicantes que intentan, en algunos
caso volver y en otros simplemente no apartarse del objetivo inicial
del arte marcial.
A mi humilde modo de ver los objetivos
de cualquier arte marcial son (o deberían ser): supervivencia,
salud, longevidad y madurez interior.
Si alguna de estas no se cumple, tendré
que revisar mi práctica.
Si lo que entreno no me sirve para
defenderme, no mejora mi salud y no me vuelve una mejor persona...es
que o lo estoy practicando mal, o me he equivocado de disciplina.